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lunes, 4 de octubre de 2010

MAESTROS POR VOCACIÓN


Pese a la crisis en el sistema, los jóvenes siguen soñando con enseñar 

La cantidad de jóvenes universitarios interesados en el campo de la Educación prácticamente se ha duplicado en los últimos diez años a pesar de los múltiples problemas que carga el sistema educativo del país.

Durante la última década, sólo un año (2006-07) reflejó una leve baja que obedece a un mayor rigor en los índices académicos de entrada requeridos por las universidades que preparan maestros, dijeron catedráticas en Educación. Precisamente ese factor ha tenido el efecto de conformar un maestro(a) más sofisticado y comprometido con su faena diaria, dijeron.

“La vocación, la determinación de servicio los guía. Ellos quieren ser maestros. No es por accidente que llegaron ahí como ocurría hace 20 ó 25 años, que si un estudiante no le iba bien en Ciencias Naturales, le decían: 'vete de maestro'”, dijo la catedrática en Educación de la Universidad del Este (UNE), Amarilis Figueroa.

Las mayores exigencias y rigurosidad del campo también son evidentes al comparar la cantidad de universitarios que ingresan a las facultades de Educación y los que terminan estudios y se convierten en maestros. “Son muchos los llamados y pocos los escogidos”, dijo Figueroa.

“El campo de la Educación es muy atractivo y muchas personas lo favorecen porque a pesar de las cosas negativas que dicen muchas personas, produce una gran satisfacción”, dijo la catedrática en Educación del Departamento de Estudios Graduados de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, Alicia Castillo.

“Pero los que entran a los programas según van pasando por los cursos se dan cuenta que esto requiere compromiso, mucha vocación, responsabilidad, dedicación, sacrificio... No es lo mismo que te lo digan a que lo veas”, dijo Castillo para explicar por qué entran tantos y la cifra de egresados disminuye significativamente.

Eso lo confirma el maestro de matemática -con 23 años de experiencia- de la escuela pública University Gardens, Leonardo Torres. “Lo mejor es la satisfacción de hacer un cambio, de enseñar. Estamos ayudando a forjar el futuro de las personas. Lo más difícil es que el maestro es 24/7. Después de las 3:00 nos llevamos los exámenes, el trabajo para las casas. En verano nos preparamos”, dijo Torres, quien tiene una “receta” sencilla para no frustrarse por las adversidades del sistema público de enseñanza: adaptarse a las situaciones sin que eso implique resignación.


Mayor rigor

Figueroa y Castillo explicaron que el mayor control de calidad de las universidades obedece a la aprobación en el 2001 de la ley federal “No Child Left Behind” -que impactó directamente la educación de la Isla en el 2005-06. Con el estatuto, el Departamento de Educación (DE) tuvo que hacer cambios para tener un maestro altamente calificado.

“La norma establecida por el DE es que los estudiantes tienen que graduarse con 2.50, que es una B, en promedio general y en el área de especialidad. Por lo tanto, para poder llegar a esos niveles tienen que ser estudiantes de una mejor calidad en términos académicos”, dijo Castillo.

Figueroa dijo que en la UNE el índice académico requerido a un estudiante de nuevo ingreso en Educación es de 2.80 en adelante, en el 2009 era 2.70 y en el 2008 fue de 2.50. Además, hoy día se le requiere al universitario en Educación que tome prepráctica a través de su vida universitaria así como exámenes que midan su vocación e interés real por lo que estudia, explicó Figueroa y la directora de la Escuela de Educación de la Universidad Interamericana Recinto Metro, María Delia Rubero. Ambas dijeron que actualmente están viendo mucho profesional en ingeniería o administración de empresa que busca cursos en Educación para dar clases.

La mayoría de los egresados de Educación proviene de universidades privadas, algo perfectamente lógico si se considera que de las instituciones que confieren grados post secundarios, sólo una pertenece al Estado. Ahora bien, la tendencia es distinta cuando se verifica cuál es la primera opción de patrono de estos egresados: el DE.

Para el secretario de Educación, Jesús Rivera Sánchez, el mayor reto que enfrenta su agencia es “lograr retener el mejor maestro”.

Reconoció que el mismo sistema educativo frustra al maestro y por eso entiende que es vital el proceso de inducción, que ya comenzaron.

“El maestro con licencia (otorgada por el DE) prefiere trabajar en el DE. La creencia de que en los colegios privados hay una cantidad menor de niños por salón o que la educación privada es superior a la pública, es incorrecta”, dijo el presidente de la Federación de Maestros, Rafael Feliciano.

Unos 42,127 maestros laboran actualmente en el sistema educativo público y en el privado son cerca de 25,000. De los que están en el ámbito público, unos 38,000 tienen permanencia. Comienzan con un salario básico de $1,750 al mes, aportación patronal al plan médico de $120, dos meses de vacaciones (junio y julio ya que acumulan cuatro días de vacaciones por cada mes escolar que son 20 días laborables), licencia de maternidad y de enfermedad, y un bono de Navidad de $1,000 bruto.

Castillo planteó que al maestro, sobre todo, por toda la responsabilidad que hoy día tiene (que incluye asuntos administrativos y docentes que antes no tenía) y que hace su trabajo más arduo, “no se le ha hecho justicia” salarial.

Precisamente, la baja paga ha sido un factor para que la sociedad -motivada por valoraciones económicas- vea la profesión de maestro con menos méritos que otras, dijo el sociólogo Manuel Febres, quien considera que esto plantea una ironía si se considera que para la década del 50 y 60 el maestro creó la primera clase media del país, lo que cambió en el 70 con la industria de capital intensivo.

“El maestro es la carrera más cerca que han tenido los jóvenes a través de toda su vida. Generalmente el maestro no viene de familias acomodadas y los jóvenes se enamoran de la profesión precisamente por maestros que tuvieron una relación significativa en sus vidas”, dijo la presidenta de la Asociación de Maestros, Aida Díaz.
 
Tomado de:
El Nuevo Día